sábado, 5 de marzo de 2011

Interrail 3: Budapest



Huevón. Es la palabra que me define por estar más de dos meses sin actualizar con la última entrada sobre el interrail. Y digo dos meses sin actualizar, pero en realidad son cuatro meses desde que terminó este viaje, que parece que aquí no quiere terminar. Tanta dejadez es debida a mi vuelta a España, y aunque debería tener tiempo para poder detenerme en recordar el viaje, escribir y apañar las fotos, no he hecho más que estar todo el día fuera haciendo cosas. Y es lo que quería y de lo que me alegro.

Lo último que conté fue que quedaban unas poquitas de horas hasta llegar a Budapest. Antes de montarnos en el tren que nos llevaría a Budapest, tuvimos que echar unas horas en la estación después de darnos cuenta de que el tren en el que nos montamos no era el correcto y todos, aproximadamente, nos bajamos del tren. Y ese aproximadamente se debe a dos “lentorros” que se pegaron un viajecito por Viena de ida y vuelta a ninguna parte (en vuestra defensa, les hubiera pasado a cualquiera con tanto jaleo, lilas).



 Al fin llegamos a Budapest, de noche y con poco humor. Paramos para comprar agua (¡¿cómo puede ser que todavía nos sigan colando agua con gas?!) y adivinar cómo se llega a nuestro “hotel”. Ilusos de nosotros creíamos que nuestro hotel era el Astoria (en la foto) cuando era el “motel” (tirando a piso franco–centro de operaciones de atentados Irakí) de la esquina de enfrente. Tuvimos que pasar 18 veces por el paso de peatones subterráneo del cruce y ver como una yonqui se meaba encima pidiendo dinero. ¡Hacía meses que no veíamos vagabundos!


Allí conocemos a nuestro curioso personaje de cuyo nombre no me acuerdo. Llamémosle “Satán”. Un Macedonio con pinta de turco fan del cine español. Así de raro. El tío nos hizo pasar dos noches la mar de agradables. Episodio 1: amistad con Cristian. Se acerca y sin más suelta en inglés “no te escondas porque te voy a encontrar”. Qué manera de entablar conversación con alguien, ¿verdad? Pues acto seguido aparece volando un papel higiénico por el hueco de la pared del cuarto de baño. Y como si alguien lo hubiera despertado de su siesta, viene desde el otro cuarto de baño y nos dice:

- “¿Qué coño hacéis? ¿Quién ha sido el que lo ha lanzado?... ¿Tú eres el jefe del grupo? (mirando a Jesús)
-What? (Jesús)
-Sorry, but …(yo, intentando decir que no hemos sido)
-Que os jodan a todos

Él solito nos lanza un rollo y nos culpa por hacerlo. Así que nada, una buena noche les queda pasar a los compañeros que duermen en su habitación.  Pobrecillos, los cagados huyen hacia nuestra habitación (ahora digo esto pero en su momento yo también me habría cambiado) y a pasar una agradable noche.

Nos vamos a dar un paseo cerca del hostal, entramos a un barecillo de copas y nos tomamos unas birras y unos chupitos mortales de Palínka. Madre mía, los Palínka que te hacen saltar de la silla, como a Alberto cuando le tiré la copa de cerveza encima y tiró un biombo encima de unas pobres personas sentadas justo 
al lado. Que buenos parecemos en la foto justo antes…


El primer día, es el típico día de paseo por la ciudad escuchando las explicaciones de una guía turística, esta vez en un inglés “hungarado”.  La guía no tiene ni punto de comparación con la de Praga, en la que aprendimos verdaderamente la historia de Praga y sus monumentos. Aquí hacemos una visita a los principales monumentos con algunos detalles sobre ellos.

El primer monumento turístico que recuerdo de la guía (seguro que me salté alguno, pero como algunos nos retrasamos con el tema de las duchas, no nos esperaron ¬¬) es el Edificio Vigadó, en la orilla este del Danubio. Es el centro cultural más hermoso de Hungría, y alberga un imponente salón de conciertos para 700 personas.


Frente a este edificio, se encuentran las vías del tranvía, y siguiéndolas podemos encontrar a un curioso personaje inerte pero que da la apariencia de estar lleno de vida. Es el duende de Budapest, aunque el realidad su nombre es “la princesita de Budapest".


Siguiendo el recorrido planteado por nuestra guía, paramos en la plaza de” Erzsebet ter” o plaza de Elizabeth. Aquí encontramos otro de los cientos de lugares en los que se ha puesto de moda que los enamorados pongan un candado con sus nombres en una valla, al estilo Federico Moccia en uno de sus libros. Según la guía, las parejas suelen poner su candado y tirar la llave al río. Se puede ver de todo, desde candados a prueba de balas hasta candados con combinación…estos no estarían tan seguros.





El siguiente lugar a visitar es el más emblemático de todos. Es la catedral de San Esteban. Es el edificio religioso más alto del país, y el segundo más alto en general, por detrás del parlamento. También lo son sus cimientos, puesto que están hechos en tres partes siendo casi tan grandes como la propia catedral.

Algunos como yo, sabrán que es a sus puertas donde se realiza el giro en la carrera a pie en el campeonato del mundo de triatlón, un lugar que da aún más belleza al espectáculo de la competición.


Siguiendo por la calle peatonal de Zinryi Utca, llegamos al lujoso hotel “Gresham Palace”. No hay más que verlo para darse cuenta que uno no tiene dinero para hospedarse ahí.


Justo enfrente, el puente de las cadenas. Y al cruzarlo, el castillo de Buda





Por este puente, en el que me hallo en la siguiente foto, se dirigía Gómez Noya - tanto en bicicleta como a pie - a por el título mundial hace escasamente dos meses.





Y del castillo real de Budapest vamos directos al bastión de los pescadores. El bastión se trata de una terraza de estilo neogótico y neorrománico situada en la colina del castillo. Se compone de 7 torres que representan las siete tribus magiares que se establecieron en la cuenca carpatiana en el año 896. Recibe el nombre del grupo de pescadores responsable de defender este enclave de las murallas de la ciudad en la Edad Media.





Después de toda una mañana en la que solo hacíamos caminar, caminar cuesta arriba y volver a caminar, llega mi momento preferido del día. La comida. Esta vez nos recomiendan un sitio donde comer el típico Gulash. Ésta es una sopa húngara hecha con carne vacuna, cebollaspimiento y pimentón. El nombre proviene del húngaro gulyás, donde "gulya" es un rebaño de bueyes y vacas. Y el aspecto, en este restaurante, era el siguiente.


Y la cara que se te queda cuando lo comes, esta


La verdad es que estaba bastante bueno, yo de hecho me comí mi plato y el de alguien que no quería mas (la comida no está para tirarla). Lo sorprendente en esa comida fue el servicio. En la cuenta nos incluyeron unos 4 euros a cada mesa por los cubiertos y por atendernos. Ya nos advirtieron de que en muchos restaurantes nos querrían cobrar algún dinero extra en las cuentas y que lo vigiláramos, y para eso estaba Andy, nuestra amiga húngara (y no es que sea una cantaora gitana, es que es de allí) pero le dijo la camarera que es lo que hay.

Tras hincharnos de comer, al menos yo, fuimos a comprarnos las entradas para el concierto de Fedde Legrand en la discoteca Play. Así que pa “casita”, a ver a nuestro amigo el macedonio, a beber y a la Play.





Ya al día siguiente, cómo no otra caminata. Y esta peor aún, a subir al monte más alto que se ve en los alrededores, el Monte de Gellért. Lo que había que ver allí arriba era la Citadella, una fortaleza construida por la dinastía de los Habsburgo a mediados del siglo XIX. Aquí está la Estatua de la libertad que fue levantada en 1947 cuando los húngaros se libraron del dominio de los nazis. Desde aquí, de nuevo, muy bonitas vistas.




De vuelta a la parte de la ciudad antiguamente llamada Buda, ¡por la orilla nos encontramos unos zapatos que alguien había dejado allí para tirarse a hacer unos largos! Ah no, de eso nada. La realidad es un poco más cruda. Es una escultura perteneciente a Gyula Pauer. La forman 60 pares de botas y zapatos de hierro, de mujeres, hombres y niños; en homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial que eran asesinadas y lanzadas al Danubio sólo por el hecho de ser judíos.


En la orilla de Buda, se puede ver el parlamento, quizá el edificio más famoso de Budapest. Es símbolo de la independencia Húngara y fue terminado en 1902.


Cuando uno se pega toda esa caminata, otra vez, lo que más le apetece es comer. Pero fuimos a parar a un chino. A un chino, en Budapest. Saca tu mismo la combinación de la mezcla… Y para digerir un poquito la comida, nos fuimos unos pocos a los baños termales que hay tras la plaza de los héroes, una de las plazas más importantes de Budapest. En el centro de la plaza se alza el Memorial del Milenio con estatuas de los líderes de las siete tribus magiares que fundaron Hungría en el siglo IX.











Bueno, con esto ya queda todo visto para irnos a casita. Al día siguiente a coger el tren, pero antes tendríamos que ir a una tienda e irnos con una última impresión de Hungría no muy gustosa, pero al menos graciosa. Fue cuando compramos en un supermercado tipo covirán y a Nacho le dijeron que podía pagar en euros, pero luego en la caja le dijeron que no. Y tras mucho pelear le dejaron pagar, pero pagando un 30% más por lo menos, y es que a la muchacha le salió de “la calculadora” que el cambio de moneda saliera así…Y como nos tenía atravesaos se nos puso farruquita y empezó a gritarnos en Húngaro por que no queríamos poner una cesta que había por allí tirada en su sitio. Así que Jesús le cantó un poquito de flamenco y para casa.

Y ya por fin, el tren que nos dejaría primero en Berlín, y después otro que nos llevaría hasta Horsens para 
acabar así este viaje interminable.



The End

viernes, 17 de diciembre de 2010

Interrail 2: Viena

Al fin. Llega con mucho retraso. Pero llega. Hace ya…casi dos meses que llegamos a Viena en este viaje de interrail, y un mes el que llevo sin actualizar el blog. Al menos es por una buena razón, y es que llevamos unas semanas de muerte en la universidad que no nos da tiempo a nada. Espero en estos días de vacaciones ponerme al día con tanta historieta…

De Viena ya no se que contaros. Y lo que pasa es que ya ni me acuerdo, y también que no fue la ciudad en la que pasamos más tiempo, ni en la que hicimos más cosas. Esta ciudad bañada por las aguas del Danubio, transmite la apariencia de ser la más moderna de las tres que visitaríamos. Aunque su historia contiene datos desde finales de la Alta Edad Media, basta darse cuatro paseos para darse cuenta que su desarrollo fue principalmente en la Edad Moderna. Atrás quedan los castillos, muros, torres y caballeros de las calles de Praga. Ahora toca ver óperas, teatros, palacios y demás edificios que hacen de Viena una bonita ciudad, pero para mi gusto, no tan pintoresca como Praga -todas las fotos aquí-

                                                        La Albertina: Colección de impresiones y dibujos

Todo está relacionado con la cultura que abrumó a Viena en los últimos dos cientos años, en aspectos como la música y la pintura.  Hace 103 años Hitler fue rechazado por dos veces por no cumplir los requisitos de un futuro pintor en la Academia de Bellas Artes. A escasos metros, justo enfrente del edificio de La Albertina, encontramos la Ópera Estatal -edificio que queda a la derecha en la siguiente foto-



Otro edificio musical es el Musikverein de Viena, que es famosa por su acústica, lo cual la hace situarse entre las tres mejores salas del mundo en lo que respecta a la sonoridad.


Como museos, podemos encontrar el enorme Museo de Historia Natural de Viena, donde se exponen desde dinosaurios hasta un topacio de 117 kg, pasando por las joyas que María Teresa I de Austria regaló a su marido (no se que tiene que ver esto con la historia natural, tendría mucho vello la mujer).







Llegamos a Viena al mediodía-tarde, y muertos de hambre, por lo que la tarea fue sencilla y rápida: buscar un McDonald. A continuación sacar un bono de metro para 2 días y ver el centro de la ciudad. Como se nos hizo tardecillo  la mayoría de las fotos están tomadas de noche, y a mi parecer es cuando más bonita esta la ciudad, pues todos los monumentos estás perfectamente iluminados.




 Esta es la iglesia de San Carlos Borromeo, iglesia levantada en el siglo XVIII por la iglesia y financiada con dinero forzosamente prestado por los judíos en honor a un arzobispo que acabó con la peste dos siglos atrás. Tan democrática como siempre…pero muy bonita.


Al día siguiente, ya con la luz natural del sol, damos otra vuelta por casi la misma zona que el día anterior, aunque viendo los monumentos que quedaban justo al lado de los ya vistos. Y es que la cantidad es tan grande que no puedes permitirte pararte en todos con tan poco tiempo. Sorprende ver como en pleno centro se pueden ver parques tan grandes, y no tan cerca pero sí en la ciudad, palacios con jardines enormes




También queda tiempo para la diversión de un grupo de niños encerrados en cuerpos de jóvenes. La posibilidad de pasar por un parque de atracciones y no montarse en nada no es contemplada


¡Y mucho menos lo es la de visitar el estadio donde hicimos historia! ¿Qué está cerrado? ¿Y qué? Somos representantes de la federación española de futbol Erasmus y este estadio es nuestro.


En nuestro intento de colarnos, entré en la zona del estadio que creo estaba reservada para algún club de atletismo. Allí le pregunté a un hombre jovencillo que como podíamos entrar, pero me contestó que no era de Viena, sino de Innsbruck. Salía de cambiarse para ir a correr y me di cuenta al instante que era triatleta. Las gomas elásticas en las zapatillas, un maillot de btt utilizado para correr y demás material que me resultaba familiar le delataron. Le pregunté que si era triatleta, y asombrado me contestó que sí. Yo le dije que le reconocí por la ropa y que yo también lo era. De repente pasamos de ser desconocidos a tener un agradable parentesco entre nosotros. Tras charlar un rato, casi consiguió que nos dejaran entrar al estadio. Pero no puedo ser, así que tiramos un poco de picaresca y buscamos una puerta mal cerrada...


Y si nos echan, pues hacemos el tonto fuera, que nos lo pasamos igual de bien


Ya solo quedan otras poquitas de horas hasta llegar a Budapest. Si las dos ciudades anteriores eran ya desconocidas para nosotros, qué decir de la capital Húngara. Sería difícil que pudiera hacer sombra a alguna de las dos ya visitadas, pero la doble ciudad de Buda y Pest, aguas abajo del Danubio, tiene mucho que decir.