Por fin llegó el Autumn Break!! Esa semana en que la ciudad de Horsens se ve liberada de estudiantes problemáticos y los vecinos descansan tranquilos…Y también esa semana que esperaba que llegara para vivir un viaje-aventura por Europa como hacía mucho tiempo que quería hacer y que también sirve para olvidarnos por unos días de los trabajos que tan a menudo tenemos que realizar para clase, y como rápida transición para encarrilar el último mes y poco hasta navidad; que aunque a uno el tiempo le pase rápido entre tantos nuevos amigos y fiesta, por otra parte parece que no llega el momento de volver a encontrarme con todo lo que dejé en Málaga.
Comienza la aventura el primer sábado del Autumn Break, partiendo veinte intrépidos personajes de una pequeña estación en Horsens a las ocho de la mañana con intención de coger un gran tren que les lleve directos hasta Berlín. Craso error. Personajes, pequeña estación y gran tren no van bien en la misma frase. Y es que estamos todavía aprendiendo a utilizar el InterRail. El tren más grande y “lujoso” que probablemente íbamos a encontrarnos en el InterRail aceptaría a que viajáramos en él hasta la frontera con Alemania. Una vez allí, en la primera parada en “Flensburg” se nos presenta un revisor alemán que nos dice que los veinte que venimos desde Horsens sin reservar los asientos (y que la mayoría estamos ocupándolos) nos tenemos que bajar. ¡Maldita revisora danesa chivata! Nosotros claramente no queremos bajarnos y perder el tren más directo hasta Berlín. Así que nos hacemos los “suecos” y seguimos allí. Pero no da resultado y tenemos que explicarle al revisor que en la página de InterRail no existía la opción de reservar un asiento y que hay mucha más gente en el tren sin reserva. No parece importarle, ya ha llamado a la policía y está en camino. Tras media hora parando el tren en la estación y probablemente algunas de las líneas ferroviarias relacionadas, los policías con carilla de pillines, nos “ayudan” a sacar las maletas del tren con algún que otro empujoncito. Una vez abajo, les explicamos que no éramos los únicos en el tren con ticket sin reserva y que el revisor ha querido echar a los veinte españoles escandalosos. El policía nos comenta que esa no era la versión del revisor. Mientras los dos “grupos” discrepan los argumentos contrarios, yo me percato de la tragedia que está a punto de sucederme. ¡El tren se va con mi bolsa de comida! Me faltan alemanes en los que cagarme en ese momento, he perdido mi sustento alimenticio para varios días; ¡bocadillos de tortilla española!, pan, fiambres, galletas, los “kit-kat chunky” que me mangué en el Lidl de Horsens…Lo mismo el “karma”, al igual que en la serie “Me llamo Earl”, me ha hecho devolver lo que he quitado. Pero se ha pasado, ¡mi tortilla le daba mil vueltas a la mierda de kit-kat!
Tras coger varios trenes enlazando en diversas estaciones, llegamos a Berlín. Al ver la gigantesca y moderna estación, me doy cuenta de que vamos a perdernos una de las mejores ciudades para visitar en Europa. Pero el año es largo, así que la hacemos convertirse en un futuro objetivo turístico.
Tras escasos veinte minutos en lo que nos da tiempo a ver el Parlamento Alemán, los puentes que cruzan el río Spreel y la fachada de la estación, nos embarcamos de nuevo rumbo a Praga. Más hora de tren que intentamos llevar como mejor podemos.
Llegada a Praga. Desde el tren y en la oscuridad de la noche, no nos da tiempo a darnos cuenta de que hemos llegado a una de las ciudades más bonitas, con más monumentos, catedrales y torres de las ciudades europeas y también con más historia, lo cual desconocíamos la mayoría de nosotros. Restarían dos días y tres noches para disfrutar de todo ello. En la primera noche cenamos en un “típico restaurante Checo” llamado “McDonalds” y es que con tan poco tiempo mejor no arriesgarse y comer enfrente del hostal es lo mejor.
Salimos del hostal (por cierto bastante agradable en comparación con lo que esperábamos y lo que nos esperaría en Budapest…) y nos recogen unos “taxis” (furgoneta amigo del dueño del hostal) que nos llevan a la discoteca, supuestamente, más grande de toda europa central: la discoteca de las cinco plantas”.
Al día siguiente y tras haber dormido apenas unas horas, nos disponemos a patearnos toda la ciudad de Praga. Para ello tras dar varias vueltas guiándonos por las calles más grandes y mirando las tiendas, conocemos a la guía que nos enseñaría las joyas de la ciudad y sus grandes historias.
Halimeh, que así se llama nuestra guía, es una gallega que lleva un año viviendo en Praga, y no sé si es que se ha aprendido un guión de tres horas estupendamente o es una historiadora que se lo sabe todo de “pe a pa” nos resume 2500 años de historia en diez minutos, dejándonos (por lo menos a mí) realmente fascinados con todo lo que ha pasado este pequeño y viejo país, aunque su nombre nos suene a una joven nación. Evidentemente no voy a hacer dicho resumen, pues lo mejor es que todo aquel que haya sido capaz de llegar hasta esta línea, se plantee visitar esta ciudad y conocerla personalmente cuando decida viajar a algún sitio y no sepa a donde.
Coches de época para hacer tour a la ciudad
Ciudad Vieja
Conjunto del Castillo
Tras dos noches más tranquilas y un día de muchísimo paseo, en el que conocemos el castillo de Praga, compuesto por varias iglesias, catedrales de todos los tipos (pues se ha construido a lo largo de miles de años) y como no, un montón de historia, nos disponemos el martes bien temprano a abandonar el hostal y coger camino hacia la estación para abandonar el país y coger un par de trenes que nos lleven directos a Viena.