domingo, 7 de noviembre de 2010

My first weeks

Pasaba casi un mes, y llegaba a Horsens por segunda vez como si nada, como si ese mes no me hubieran parecido unas horas y a su vez un año…En el segundo aterrizaje al ya conocido pequeño aeropuerto, volví a conocer a algunos más de los futuros compañeros de mi residencia, y más tarde se unieron otros en la estación de tren que habían salido rezagados en el siguiente autobús desde el aeropuerto, la mayoría de ellos de Zaragoza. Y es que los más numerosos somos los Maños y los Malaguitas (que por ahora vamos ganando 3-5 en la liga eh!).

En el tren camino a Aarhus pude conocer a un músico llamado Jandro, de Zaragoza, que toca en un grupo llamado “Mallacán” con estilos muy variados como rock, reggae y ska, y que tocan con instrumentos típicos aragoneses y cantan en fabla aragonesa.  Antes de que nos diera a conocer ese detalle, me pude percatar de que domina bastante los viajes mochileros, cuando vimos como salía del baño después de bastante rato (de hecho no sabía que estaba dentro) misteriosamente después de haber pasado el revisor a comprobar nuestros billetes… ¡qué buena “maña”!

Al llegar a “mi querida residencia”, y conocer mi piso compartido con un búlgaro cuyo nombre es –transcripción fonética – “Tijomer” y un francés llamado “Yoan” (mas normalito pero no más limpio que el otro ¬¬) encontramos una reunión de cincuenta estudiantes intentando solucionar un problemilla… ¡y es que a uno de nuestros compañeros le habían echado por que se organizó una fiesta de más de 10 personas en su pasillo! Pero bueno, ¿acabamos de llegar y ya están cortándonos el rollo Erasmus de esa manera? Por suerte, esa reunión dio fruto a un diálogo, y nuestro compañero Leo (el venezolano que lleva 3 años estudiando en Dinamarca después de haberse criado en Nueva York, haber trabajado en Miami y Benalmádena para posteriormente comenzar una carrera de Arquitectura en Horsens, ahí es nada) fue readmitido en la residencia con la condición de que todos fuéramos chicos buenos desde entonces…


Al día siguiente, visitamos la universidad (¡es verdad que veníamos para eso!) y a partir de ahí ha sido un mes en el que la preocupación por conseguir un grupo de trabajo en nuestro proyecto, que los coordinadores nos hicieran caso, habituarnos al ritmo de las clases y entender a los profesores nos ocupaba tanto tiempo que se ha pasado “relativamente volando”.  Los profesores suelen ser algunos más permisivos, otros más exigentes, los hay que son pasotas y los hay que son… ¡hijo de puta, Laas! La primera clase a la que asistí fue la de Hidráulica (o Rehabilitation of sewerage system) y el hecho de haber faltado un mes a clase, como que le molestó un poco (you really have a problem!). ¿Me preocupó? Un poco, pero comparado con lo que venía, fue un golpecito en la espalda de colegueo. Después tocó asistir a la asignatura de “Project methodology” para conocer a nuestro gran colega Laas. Antes de ello, habíamos hablado con nuestra coordinadora para explicarle que nuestra ocupada vida de estudiante universitario malagueño (ya lo sé, fui a Málaga para hacer dos exámenes y sólo hice uno, pero lo aprobé ¿no?) no nos permitió quedarnos y nos ayudó a buscar un grupo al que unirnos para realizar el proyecto. Tras localizar a algunos, ninguno era lo suficientemente bueno para permitirnos ayudarles (o no nos veían lo suficientemente buenos) de manera que llegamos a la clase de Laas sin un grupo de trabajo. Es aquí cuando descubrimos mi compañero Alberto y yo (los dos sin grupo) la “Danish hospitality”:

-It's too late! It’s very easy…not acceptable! You # %&€@ …..!

Lo que nuestro querido amigo quería decir en su bonito inglés, era que se la trae floja que el sistema de enseñanza español sea lamentable, y que si llegamos tarde le importa una mierda que nuestra madre esté enferma o lo que coño pase.  Literalmente.  En conclusión no nos quiere aceptar. Pero el que no llora no mama y tras una disculpa y un poco de peloteo, nos permite buscar un grupo siempre y cuando “nos rompamos el culo trabajando y trabajemos el doble que los demás”. Prometido, de momento…no tan cumplido. Ya veremos.

Por suerte el resto de clases son agradables. Los profesores se suelen preocupar más por enseñar al grupo que porque fulanito esté ausente un día o esté pendiente a su portátil (en el que seguramente esté trabajando…) el cual casi todo el mundo usa en clase porque es una herramienta permitida para uso lectivo en cualquier clase (facebook y esas cosas). Curiosidades como que el profesor escriba en 7 pizarras que se mueven arriba y abajo para no andar borrando y jodiendo a la gente, son tonterías que parecen haber salido de la nada, pero que es bastante tonto que no suela verse en nuestras clases de Málaga, lo cual compensamos con escalones con barras de metal que tiran a los profesores al suelo. Total, ¡es igual de divertido! Ya estoy acostumbrado, pero me sorprendió como la clase automáticamente cierra o abre las persianas cuando el profesor quiere poner el proyector, todo en función también de la luz del día.

Aquí algunas fotos de la universidad.




















Mientras seguimos descubriendo las tecnologías de la enseñanza Danesa y paseando todo el día en bici hacia la universidad y vuelta, por supuesto aparece el tiempo para un poco de “party”. Las fiesta suelen sucederse casi día tras día, ya sea en la residencia a modo de reuniones alcoholizadas, en el “school bar” (¿se podía haber puesto un nombre y sitio mejor para algo así?) y los fines de semana, aunque nuestro pequeño pueblo cuente con tres discotecas. La “racista” Heikenfiled, que te deja entrar si tienes tu carné de Danés (aunque eso no es problema para un español que sabe perfectamente que donde no tiene que estar, es donde tiene que colarse), la pequeña Kaos que es donde te puedes encontrar a todos tus compañeros de universidad borrachos -ah bueno, novedad- pero con música y luego Craisy Daisy, que es más grande y animada pero 8 euros más cara (respecto a 0 euros).  Por eso lo mejor es irse a la cercana ciudad de Aarhus en un tren que cuesta ocho euros ida y vuelta (con wild card) y tras haber hecho botellón en el tren con 30 zaragozanos, por lo menos, buscar una buena discoteca y disfrutar del ambiente de una ciudad con miles de estudiantes de Erasmus.



Y de vuelta, bici para la colección =)



Bici que sirve para hacer rutillas por los preciosos caminos perdidos entre los bosques y junto a la “playa”, que es más bien un tropiezo del bosque en el agua del mar. Claramente esos caminos serán usados como ruta de entreno, al menos mientras se pueda salir a la calle y la playa no se convierta en una placa de hielo.












Y para no perder la costumbre, ¡una tortillita!




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